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la FILEY 2015

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Cuch Cruz. Una manifestación religiosa única en Maní, Yucatán. “Ya está todo escrito. Solamente Jesucristo sabe porque eligió hombres como apóstoles”, afirma Samantha.

 

 

Crónica y fotografías de Joan Serra Montagut.

 

Una luna enorme, casi llena, alumbra el atrio del convento de San Miguel Arcángel de Maní. El edificio, construido por los franciscanos, sigue siendo el corazón de esta población yucateca. Es noche de Viernes Santo y el convento luce bonito, iluminado y repleto de flores amarillas y blancas diseminadas por doquier. Una figura de Jesucristo crucificado preside, inerte, el altar. Solamente en estas fechas es movida de su lugar habitual para que los fieles la puedan besar, se puedan encomendar y le puedan dar ofrendas con hojas de ruda en la mano. Hay algunos fieles rezando o charlando animadamente en las bancas, pero esta noche la tradición pide estar afuera, en la capilla mayor, donde otrora se realizaban las misas para la población indígena en tiempos de la Conquista Española que hoy, como en tantas otras manifestaciones religiosas de la región, está muy presente. Durante toda la jornada Maní se ha volcado, como cada año, en el recuerdo del sufrimiento que vivió Jesucristo antes de morir. En la mañana, y bajo un sol demoledor, se realizó el Vía Crucis, la ceremonia de las 7 palabras y los oficios pertinentes. Ya de noche, un halo de espiritualidad recorre las calles y es el momento de la contención y del respeto. Inicia el rosario del pésame. Hay quietud y una sensación liviana de tristeza. La noche del sábado de esta Semana Mayor todo será distinto. En la medianoche, se liberarán palomas y globos, se explotarán voladores y se festejará la resurrección del Mesías.

 

En los recovecos del convento se están alistando los últimos detalles. Está a punto de realizarse el Cuch Cruz, una manifestación religiosa única en Yucatán que cada Viernes Santo en la noche se repite respetando su formato original (con algunas variaciones). El padre Jorge Arturo Rodríguez, oriundo de Mérida, es el encargado del convento de San Miguel Arcángel y conoce todos los detalles de esta expresión cultural. “Cuando los franciscanos dejaron la Península y terminaron la misión de evangelización, el clero diocesano se encargó de cubrir el vacío que dejó esta comunidad. Se abandonó Maní como parroquia y se centralizó la actividad religiosa en Ticul. El sacerdote delegó a varios grupos custodios la preservación de algunas festividades religiosas. Asumió este rol un grupo de hombres piadosos, en su mayoría adultos mayores, que eran baluartes del pueblo en lo moral, lo religioso y lo político. Ejemplos a seguir. Generación tras generación, esta responsabilidad se fue legando y actualmente el grupo de los Interesados -así se llama- sigue vigente, conservando la tradición pero adaptándola a los tiempos modernos para que los jóvenes la conozcan y la aprecien, pues este es su cometido”.

 

Los Interesados son los custodios del Cuch Cruz (que en maya significa cargando la cruz), una procesión que solamente se puede apreciar en Maní, cuna de otros ritos y leyendas propios. Para acercar esta manifestación cultural a las nuevas generaciones, los Interesados incluyeron en la procesión una cruz más pequeña cargada por preadolescentes, que precede a la cruz grande, que fecha del siglo XVIII, pesa casi 100 kilos y ya está lista para ser cargada por 12 jóvenes solteros –antes solamente podían hacerlo los hombres casados- que emulan a los apóstoles de Jesucristo. Con los ojos vendados, el torso desnudo, pantalones de mezclilla para recibir los azotes del padre y los pies y los cuerpos amarrados con una soga, recorrerán en procesión parte del centro histórico de Maní y al toque de la matraca (uno por cada estación) se detendrán y recibirán el azote del padre. A través de su sufrimiento (leve, los golpes no son fuertes) los apóstoles expiarán los pecados de la comunidad como hiciera Jesucristo cuando murió.

 

Don Ermilo Gómez es el líder de los Interesados. Su hijo Elvis Arturo lo ayuda a amarrar la soga. Él será el encargado de preservar la tradición cuando su papá ya no esté. Uriel, el nieto de don Ermilo, es apóstol en el grupo de la cruz pequeña. “Yo también fui apóstol. Me enorgullece poder conservar el patrimonio de mi pueblo y me agrada que los jóvenes quieran participar en esta fiesta”. Como don Ermilo, todos los voluntarios que esta noche se convierten en apóstoles o que colaboran de manera desinteresada en la conmemoración de la muerte de Jesucristo sienten un gran orgullo por sus raíces. Este es también el caso de José Jesús Jiménez Vázquez que, con 20 años, representa por primera vez el papel de apóstol junto a otros amigos y conocidos. Su hermana, Samantha, tiene claro porque José Jesús quiso ser apóstol: “Esto no se hace por tradición. Se hace porque Dios te llama, porque hay fe y vocación.”.  Samantha, que no tiene más de veinte años, es catequista y tiene un fuerte compromiso con la Iglesia y con la difusión de la palabra de Dios. Ha participado activamente en los preparativos de esta Semana Mayor y cada sábado se reúne con jóvenes de Maní, normalmente en el convento, para acercar el mensaje de Jesucristo a las nuevas generaciones. “Los jóvenes cada vez se alejan más de la religión. Es importante que nos acerquemos a Dios porque de esta manera ahuyentaremos los vicios de la vida vaga. Cerca de Dios todo es perfecto”. La importancia del relevo generacional en las manifestaciones patrimoniales y religiosas es, esta noche, una evidencia compartida con agrado por todos los asistentes. “Nosotros, los jóvenes, debemos preservar las raíces culturales de Maní”. Los apóstoles, como los catequistas, difundieron la palabra de Dios. A la pregunta de si a ella le hubiera gustado ser apóstol, como mujer, sonríe y declara que nunca se lo había planteado. “Ya está todo escrito. Solamente Jesucristo sabe porque eligió hombres como apóstoles”.

 

Inicia la ceremonia. Alboroto controlado. El numeroso grupo de fieles congregados acompaña las dos cruces y el Santo Sepulcro y en un rato se integrarán también en la marcha del silencio para enterrar, simbólicamente, el cuerpo de Jesucristo en el cementerio municipal. El convento sigue recibiendo el influjo lunar y la mística se palpa. En estos momentos, no es difícil enraizarse en el pasado de Maní y recordar, en este atrio histórico, las consecuencias fatales del auto de fe que infringió el español Fray Diego de landa, todo un atentado contra la cultura maya. Tampoco es difícil entender la gran importancia de preservar el patrimonio autóctono en tiempos, según Samantha, de “crisis espiritual”.