Los jardines del olvido | Foto Fabrizio León Diez

Del infierno al paraíso oficial, historia de impunidad

POR ALBERTO DEL CASTILLO TRONCOSO

Fecha clave asociada al movimiento estudiantil del 68, el 2 de octubre ha atraído todos estos años la mayor parte de los reflectores y ha desplazado la atención en torno a los acontecimientos ocurridos en los meses anteriores, incluso al día previo a la matanza, en el que las madres de los estudiantes presos interpelaron al congreso ante la sor- dera del ejecutivo y dieron con ello una magistral clase jurídica sobre la importancia del estado de derecho a las autoridades.

La impunidad que rodeó los hechos del 2 de octubre y que se ha mantenido durante estos 53 años la convierten en una cuenta pendiente que resuena con enorme densidad histórica en cada uno de los agravios posteriores del Estado mexicano, desde la matanza de Aguas Blancas hasta Tlatlaya y Ayotzinapa.

La masacre del 2 de octubre ocupa un lugar central en la memoria colectiva de la historia reciente de México y constituye un crimen de Estado que ha permanecido en la más absoluta impunidad. Hace una década esta fecha escaló al tercer lugar en las preferencias de los ciudadanos, sólo después de la encabezada por el festivo 15 de septiembre y por la del revolucionario 20 de noviembre y hace una semana entró al olimpo de la historia oficial al ser inscrita la fecha en letras de oro en el muro del Congreso.

Hace medio siglo el poder legislativo, predominantemente priísta, aplaudió las bravatas del presidente Díaz Ordaz y justificó la matanza culpabilizando a los propios estudiantes; hoy la misma instancia con hegemonía morenista los ha convertido en mártires fundadores de la democracia.

Si hace 5 décadas el rencoroso presidente de la república repudiaba al rector Barros Sierra y calificaba a los jóvenes de “traidores a la patria”, negándose a sus demandas de diálogo público, hoy el amoroso presidente electo aparece en la foto abrazado con el rector Graue como un abuelo tolerante que trata de suavizar las protestas de los nietos del 68 y les promete un camino que sólo incluye “diálogo, diálogo y más diálogo”.

El mejor termómetro de la réplica juvenil lo proporcionará la tradicional marcha del 2 de octubre, que este año no será solamente vehículo y portavoz de la bandera de la nostalgia sino que se actualizará como un espacio de convergencia de protestas y agravios de nuevos actores que le tomarán el pulso al próximo gobierno y sus promesas de cambios y transformaciones históricas.

A 53 años se ha podido trazar un mapa más complejo en torno a la matanza. Se ha documentado la participación del general Luis Gutiérrez Oropeza y los francotiradores del Estado Mayor Presidencial, lo mismo que la del grupo paramilitar conocido como “Batallón Olimpia” y las de diferentes agentes de corporaciones policíacas y judiciales.

Lejos de la tesis que han querido posicionar los nuevos relatores de la historia oficial en torno a una supuesta trampa sembrada al ejército por parte de fuerzas oscuras y nunca reconocidas, los investigadores independientes siguen cuestionando la orden presidencial avalada por su Secretario de la Defensa de desplegar en la zona a miles de soldados para sofocar un mitin de carácter pacífico, cuyos organizadores ya estaban en pláticas negociadoras con representantes del gobierno y habían decretado en varias ocasiones una tregua durante la realización de las olimpiadas.

Los usos y la circulación de las imágenes fotográficas han desempeñado un papel protagónico a lo largo de este medio siglo. Aquí presentamos una pequeña muestra que abarca miradas muy diversas, las cuales proceden de archivos distintos y se han dado a conocer en momentos diferentes a lo largo de este medio siglo.

Así tenemos las que formaron parte de la cobertura periodística que se sumó al linchamiento mediático contra los estudiantes y presentó la matanza como responsabilidad de los estudiantes; las aportaciones del ojo orwelliano del gobierno y la mirada de poder de Manuel Gutiérrez Paredes, que dio cuenta del lado oscuro de la represión a su jefe Luis Echeverría y que hoy podemos conocer algunas décadas después; y la infatigable labor de los reporteros gráficos de periódicos como El Heraldo de México (por mencionar el hallazgo fotográfico más reciente de este medio siglo), que muestran las terribles imágenes no publicadas de los cadáveres y las largas filas de los familiares en la atroz labor de reconocer a las víctimas en los servicios forenses de la Procuraduría del Distrito Federal y las instalaciones gubernamentales.

Los usos y la circulación de las imágenes fotográficas han desempeñado un papel protagónico a lo largo de este medio siglo. Aquí presentamos una pequeña muestra que abarca miradas muy diversas, las cuales proceden de archivos distintos y se han dado a conocer en momentos diferentes

Las nuevas pistas y hallazgos han permitido matizar el oficialismo del régimen autoritario de Díaz Ordaz a lo largo de estos años. Estamos frente a relatos muy diversos que convergen el día de hoy en este expediente fotográfico plural y heterogéneo que nos permite atisbar nuevas lecturas e interpretaciones del 68.