Bayoneta calada, el Ejército en Tlatelolco. Mexico, DF, 2 de Octubre de 1968 | Foto Héctor García.

EL CAOS

El general José Hernández Toledo recibió una “descarga desde varios edificios”. Le metieron tres balazos

POR SERGIO AGUAYO

l mitin comenzó a las 17:30 . Los tes- tigos presenciales coinciden en que había inquietud y tensión. El primer orador informé que se suspendia la marcha al Casco de Santo Tomás para “no exponer a los estudiantes a ser masacrados por los ‘goriloides’ ”
De acuerdo con un agente de Gobernación, el líder estudiantil añadió que “no es de nuestra competencia lanzar a nuestro contingente contra el ejército, a sabiendas de que seremos vencidos; esto lo haremos cuando nos consideremos fuertemente organizados con el pueblo y entonces emprenderemos una marcha hacia Palacio Nacional”.

En el centro de control del piso 15 de Relaciones Exteriores se encontraba Francisco Borrego Peña, funcionario de la Secretaría afamado por su memoria. Me relató con lujo de detalles el momento en que “uno de los hombres que veían al exterior con prismáticos informó a los que estaban en los teléfonos que estaban llegando los camiones del general [José Hernández] Toledo [el comandante de los paracaidistas]. Uno de los que estaban en los teléfonos dijo ‘ahora’; otro se dirigió’) sin decir palabras a Una bolsa y sacó una escopeta de cañón corto niquelado, que cargó con un cartucho; se acercó a la ventana, que en aquellos años todavía podía abrirse en su parte superior. La apunté hacia arriba y, al recibir una indicación de uno de los hombres a1 teléfono, apreté el gatillo y salió una luz de Bengala que estalló en lo alto, por la zona de las pirémides. Repitió esto tres o cuatro veces. No recuerdo cuál fue primero, si el verde o el roio, pero usó Bengalas de esos dos colores”.

Al experimentado general Hernández Toledo le habían informado que las Bengalas verdes “ordenaban el avance” y las rojas que “había grupos armados y había que tomar precauciones”. Para el Batallón Olimpia -que se identificaba con un guante blanco - la Bengala roja sería la señal de que debían bloquear los accesos al edificio y de tener a los líderes. Supongo que a los francotiradores les dijeron que cuando vieran luces de Bengala empezaran a disparar contra la multitud de estudiantes, militares policías y contra el tercer piso del edificio Chihuahua.

La primera Bengala cruzó e1 Cielo a las 18:10 horas y aesahorael agente de Gobernación informaba desde un departamento con vista a la Plaza que “en este momento el ejército entra para dispersar a los asistentes”. Eran los paracaidistas encabezados por el general José Hernández Toledo, quien “a través de un magnavoz, exhortó a los manifestantes a que se dispersaran”. Cuando decía esas palabras, el general recibió una “descarga desde varios edificios”. Le metieron tres balazos, pero ignoramos si fue uno o tres francotiradores los que lo pusieron en la mira. Es obvio que había órdenes de tumbarlo.

Los disparos desconcertaron a militares y policías, uniformados 0 de civil, con guante blanco o sin él.Las Bengalas lanzaban órdenes contradictorias. Luis González de Alba se encontraba en el tercer piso del edificio Chihuahua y en una larga conversación me relató que los efectivos gubernamentales se “arrastraban por el suelo y se juntaban en pequeños grupos. Tirados en el piso: se pusieron de acuerdo para gritar al unísono“¡Batallón Olimpia! ¡No disparen!’. Esperaban ser escuchados por alguien con mando. Nadie les respondió Cuando se dieron cuenta del abandono en que se encontraban, se sumaron a la refriega y empezaron a responder el fuego. Para entonces, la multitud ya había huido despavorida. Cuando se desató la balacera, se arremolinaban desesperados; algunos caian, otros se levantaban y hubo quienes se mantuvieron inmóviles por el terror o porque se les había escapado la Vida. En menos de dos minutos la plancha fue desocupada por la multitud, cumpliéndose así la orden: el “desalojo de los estudiantes tenía que hacerse por medio de un movimiento envolvente que les dejara una salida”. Escaparon por los huecos que dejó la tropa de manera deliberada.”

Seglin el parte enviado por el comandante de la Operación Galeana, general Crisóforo Mazón Pineda, “el fuego obligó a las tropas a cubrirse” y permanecer al “abrigo del puente [que esté sobre San Juan de Letrán], ya que en ese momento no era posible cambiar de ubicación” .Mazón añade que los francotiradores tenian buen entrenamiento porque estaban “apostados en las ventanas y azoteas de los edificios” y porque “cambiaban frecuentes mente de emplazamiento”.

Por razones que se ignoran, los granaderos ubicados en la azotea de la Secretaría de Relaciones Exteriores también empezaron a disparar.”9 Desde abajo respondieron barriendo los pisos altos de la secretaría; destrozaron 14 ventanales e hirieron a un empleado en el piso 17. Aflos después visité la sede de la diplomacia mexicana y observé los orificios causados por el imPaCtO de las balas»de grueso calibre en las placas de acero. * ; todos contra todos. Desde los helicópteros tiraban contra los que se ‘encontraban en las azoteas o edificios. Los agentes de la Judicial del Distrito Federal .

LOS DISPAROS DESCONCERTARON A MILITARES Y POLICÍAS, UNIFORMADOS O DE CIVIL, CON GUANTE BLANCO O SIN ÉL; LAS BENGALAS LANZABAN ÓRDENES CONTRADICTORIAS

También echaban bala y un vecino se tomó el tiempo para disparar con toda tranquilidad contra los soldados que estaban pecho a tierra en la Plaza. Aunque el consejo Nacional de Huelga nunca aprobó la utilización de armas, hay evidencia de que una veintena de estudiantes que portaban armas de bajo calibre.

Fueron balaceras muy prolongadas. De acuerdo con el parte elaborado por el general Mazón “el ( un tiroteo se prolongó por espacio de 90 minutos). Otra refriega empezó a las 23:00 y duró aproximadamente 30 minutos. En esas dos horas de fuego cruzado murieron o resultaron heridos elementos del ejército, la policía, estudiantes, profesores y ciudadanos.

En algún momento de la primera hora y media de combate, el general García Barragán se enteró de que su que sus hombres habían caído en una emboscada. En una parte de su testamento dice que “surgieron francotiradores la población civil que acribillaron al Ejército y a los manifestantes.

A esos se sumaron oficiales del Estado Mayor Presidencial”. A los civiles sólo los mencionó una vez, pero nunca se acusó formalmente a nadie de ese delito Así pues, Gustavo Díaz Ordaz y su círculo más cercano planearon la muerte de un puñado de personas, Filmar el hecho demostraría que el Movimiento había disparado desde las alturas al ejército. Sin embargo, dada la complejidad del operativo y la cantidad de unidades y corporaciones con órdenes contradictorias, el caos tue inevitable. En ese contexto las filmaciones perdieron la razón de ser. Estaban pensadas para responsabilizar al Movimiento ante la opinión pública nacional y recogieron las imágenes de una masacre cometida por un Estado desestructurado y desorganizado, que había perdido el control sobre la violencia.

DESPUES DE LOS ENFRENTAMIENTOS

Aquella noche llovió de manera intermitente mientras el fuego consumía secciones del edificio Chihuahua, de antes donde brotaban los chorros de agua de tuberías destrozadas por las balas.
En ese ambiente fantasmagórico, se realizó la evacuación de los 2,360 detenidos y el traslado de los lideres identificados a celdas del Campo Militar número 1.
También llegaron los equipos encargados de recoger los cadáveres y llevarse a los heridos. A las 5 de la mañana, llegó a la Plaza Elena Poniatowska, quien empezaría a recoger los testimonios que alimentaron su famoso libro. A las siete de la mañana del 3 de octubre se hicieron presentes las brigadas de limpia del Departamento del Distrito Federal, que lavaron y cepillaron la Plaza y recogieron una gran cantidad de zapatos, agujetas y cinturones. El presidente Gustavo Díaz Ordaz había perdido el control sobre el relato. Jamás lo recuperó aunque, como veremos a continuación, usó toda la fuerza Estado para imponerlo.