La madrugada del 30 de julio fue derribada la puerta de la preparatoria 3. Detrás de ella se agolpaban decenas de estudiantes | Foto AGN / Fondo Hermanos Mayo
POR FABRIZIO LEÓN DIEZ
La mano izquierda del pensamiento de Andrés Manuel López Obrador proviene de las consecuencias sociales que sucedieron después de la masacre del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco; es por ello, entre otras circunstancias, que fue electo presidente de México. Es probable que AMLO sea el primer mandatario - al menos en calidad de electo -testigo de la conmemoración de estos hechos sangrientos, luego de 53 años, en la Plaza de las Tres Culturas.
Drenando los archivos secretos que faltan por conocerse, falta una pieza maestra que amarre la ruta para saber la verdad de Estado.
Hay que encontrar la filmación completa de 14 rollos de 400 pies cada uno, que dirigió el cineasta Servando González y entregó, días después de los trágicos hechos, a un hombre civil con formas de militar, quien le firmó un vale por recibido, lo cual comprobaría la emboscada en que perdieron la vida al menos 58 estudiantes, niños, mujeres, soldados y personas mayores.
Los únicos cuadros filmados que se conocen los consiguió el cineasta Carlos Mendoza, y están incluidos en el documental que dirigió, considerado el más completo, sobre el fatal día: Tlatelolco, las Claves de la masacre, realizado por el Canal 6 de Julio y producido por La Jornada en 2008.
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Con la mentira nos hemos acostumbrado. La cultivamos como un elixir y, al momento de cosecharla, la volvemos a mejorar y finalmente la guardamos y empaquetamos; en el mejor de los casos la vol- vemos mito y literatura, pintura y murales, pero en el peor es la semilla que florece, y aunque sea venenosa y lo sepamos, la usamos como droga cotidiana.
Nos hicimos adictos a la mentira en los últimos 50 años. Quienes tenemos esa edad (más o menos), hemos vivido sin saber que les pasó a nuestros padres, hermanos, maestros y amigos. Nunca nos pudieron explicar la verdad sobre lo sucedido entre julio y octubre de 1968, cuando el gobierno aplastó un movimiento estudiantil, antes de las olimpiadas. Enormes lagunas, falsas memorias, ocultamiento de vestigios, huellas borradas y decenas de enfermedades mentales, políticas y tragedias inmunes.
A 50 años, todavía no se sabe cuántos muertos, heridos y desaparecidos hubo, y es una odisea medir la cantidad de enfermedades mentales y el intenso dolor causado por tantas muertes con saña, dirigida por el entonces presidente Gustavo Diaz Ordaz (quien ya murió), repetida por sus sucesores Luis Echeverria Alvárez (que agoniza en un hospital), José López Portillo (el más corrupto de la historia), Miguel de la Madrid ( el fracaso de la “Renovación Moral”), Carlos Salinas de Gortari (orquestador del fraude electoral), Ernesto Zedillo (el primer “martillo” contra el PRI), Vicente Fox (el cambio de la nada), Felipe Calderón (la trágica apuesta hacia el caos) y Enrique Peña Nieto (el constructor del vacío).
Todos ellos guardaron el secreto de hace 50 años, como cómplices de la comodidad, porque cuando se dieron cuenta que la fórmula secreta no era la verdad, sino un esquema de guerra para mantener el poder y la administración de una enorme riqueza económica, prefirieron ser parte de una mentira, repetirla y sostenerla, hasta que se gastó.
Hay que destacar la función de los periodistas y los periódicos de la época, pues son vestigios importantes, aunque hayan escondido información. Los testigos han ido surgiendo y ha sido la prensa la que ha hecho que la verdad surja.
Hemos encontrado que dos periodistas yucatecos fueron los que más arriesgaron y cumplieron con audacia su trabajo en circunstancias muy complicadas, pues el gobierno mantenía un férreo control en 1968.
En la ciudad de México fue Mario Renato Menéndez, el actual director del periódico
Por Esto!, quien publicó un número extra de la revista Por qué?, en el cual desplegó la historia de la masacre de Tlatelolco en toda su crudeza, mostrando una serie de fotografías extraordinarias. La crueldad.
Desde Mérida el Diario de Yucatán, con Carlos R. Menendez al frente del rotativo, fue el único medio en México que dio el reporte inmediato más cercano a la realidad, ilustrado con la única fotografía en la que se mostraban algunos de los muertos.
Estos dos hechos son joyas y sin duda una impronta del oficio.
Tengo presente a la abuela Elisea, con su rostro adusto como el de las mujeres que han trabajado de más en su vida y que abriendo sus ojos lagos, murmuraba:
“¡Fue una matazagüe mijito.... una matazagüe!”Ella estaba ahí, en el Teatro de los Hechos.