Las mujeres de 1968 marchan por la avenida Juárez el 13 de septiembre, en la manifestación del silencio | Foto Archivo El Universal

NI PERDÓN NI OLVIDO; LAS MUJERES Y SU PARTICIPACIÓN EN MOVIMIENTOS SOCIALES

POR FÁTIMA FLORES-PALACIOS

Dos son las figuras centrales que el feminismo reconoce como pioneras de la lucha por el reconocimiento de las mujeres, Olimpia de Gouges y Mary Wollstonecraft (1791-1792) quienes a través de sus obras clásicas Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadanía, y Vindicación de los derechos de la mujer respectivamente, aportaron cimientos del pensamiento crítico para generar una convicción de lucha por el logro de la igualdad y libertad de las mujeres, sentando las bases de una participación política que históricamente había sido negada, sin olvidar que Olimpia de Gouges murió guillotinada como una muestra de la represión y obscurantismo de aquella época.

LAS DÉCADAS DE LOS SETENTA Y OCHENTA SIGNIFICARON UNA OPORTUNIDAD PARA RECUPERAR LA MEMORIA DEL 68 Y LAS VINDICACIONES ANCESTRALES DE PIONERAS DEL FEMINISMO

Las ideologías predominantes del Estado Moderno, se afianzaron hasta llegar a generar las primera y segunda guerra mundial a través de la imposición de sistemas totalizantes, en donde cobraron fuerza ideologías xenófobas que fueron capaces de exterminar a millones de personas, los sistemas totalitarios y regímenes dictatoriales emergieron con el objetivo de marcar una nueva relación humana.

El Movimiento sufragista se impone y en 1917 se aprueba la ley del sufragio femenino en Estados Unidos que permitió visibilizar a las mujeres como sujetas de derecho, más allá de los intereses clientelares que la consolidación del Estado tenía en juego.

La obra de Simone de Beauvoir, El segundo sexo (1949), cristaliza una nueva era del feminismo, fortaleciendo un nuevo paradigma, los conceptos simbólicos cobran sentido, y la función de la cultura se traslada a los significados del cuerpo y sus funciones.

or primera vez en la historia se considera la maternidad como un proceso cultural y no como destino biológico, aspecto central que cobra sentido a partir del eslogan feminista “lo personal es político” que incide en el hecho de que las mujeres seamos participes en la escena pública.

No por decreto de Estado sino por nuestro lugar en la historia y gracias a la lucha de mujeres que se atrevieron a denunciar la exclusión, así como a los movimientos sociales en que las mujeres hemos participado a lo largo de la historia de la humanidad, a pesar de que nos hayan querido borrar siempre del escenario político y social pero también del escenario del conocimiento y generación de la ciencia; la quema de brujas representa tan sólo un capítulo más de injusticia, represión y dolor social para las mujeres.

Todo este proceso de vindicaciones constituye el andamiaje para comprender que las luchas por los derechos siempre han estado presentes en la historia, y los movimientos sociales han sido resultado de grandes injusticias y de enormes desigualdades.

El movimiento del 68 no es la excepción: significó un parte aguas en la historia de la aparente democracia en nuestro país. Los estudiantes tomaron las calles, y la fortaleza con que exigieron sus demandas fue un tremendo ejemplo que marcó la memoria colectiva de los mexicanos.

Lamentablemente esta lucha costó vidas y sangre porque también se evidenció un sistema violento y corrupto que imponía sus propios intereses a las demandas más que justas de los estudiantes, que además representaban una corriente pensante y crítica que podría subvertir el orden social en nuestro país.

La noche del 2 de octubre y este movimiento del 68, también dieron la pauta para la fractura y cuestionamiento de algunas instituciones que sostenían al Estado pero también para demostrar la fuerza con que una convicción puede lograr la movilización y la conciencia crítica de grandes sectores de la población que además se fueron uniendo a las demandas de los estudiantes.

En este gran movimiento las mujeres no aparecen, no son protagonistas a pesar de que algunas eran líderes y e ideólogas en sus escuelas y algunas incluso en el Consejo Nacional de Huelga como Roberta Avendaño La Tita, Ana Ignacia Rodríguez Márquez La Nacha, Rina Lazo, Cecilia Naranjo y Mika Seeger.

Este movimiento social dio lugar a la consolidación de agrupaciones, organizaciones, redes políticas e incluso al incipiente nacimiento de lo que más tarde serían algunos partidos políticos de izquierda.

Es decir, fue el motor de organizaciones sociales que comenzaron a perfilar nuevas perspectivas políticas y críticas hacia un Estado que mantenía cierto totalitarismo e impunidad que hoy en día sabemos forman parte de una gran estructura que ha vinculado la violencia y el crimen organizado en nuestro país sin importar las consecuencias sociales en que nos han sumido.

Las décadas de los setenta y ochenta significaron una oportunidad grandiosa para recuperar la memoria del 68 y las vindicaciones ancestrales de pioneras del feminismo, además se generaron plataformas de militancia en donde las propuestas y reflexiones tenían como andamiaje la fortaleza de este movimiento y la ilusión del cambio social y político en nuestro país.

Fueron años de grandes movilizaciones, de construcción del sindicalismo en distintos sectores de la sociedad y de muchos movimientos que integraron en sus planes de acción y de reivindicación demandas que constituyeron avances enormes en la exigencia de derechos. Algunas de estas demandas aún siguen vigentes, pero podríamos considerar que también muchas otras se han logrado.

El movimiento feminista de esos años fue igualmente activo, se logró la discusión pública por el derecho a la maternidad libre y voluntaria, en contra de la violencia y por el derecho al trabajo en igualdad de condiciones, se promovieron espacios de atención a la salud de las mujeres y se iniciaron las primeras propuestas de Centros de Estudios de la Mujer en universidades públicas.

Además, se inició una apuesta a la generación de políticas públicas con perspectiva de género, que para entonces representaba una novedad en la reflexión acerca del proceso de construcción de la diferencia en las distintas culturas.

Todo esto me atrevería a mencionar, fue producto de un movimiento que irrumpió en la calma y sedentarismo de un Estado que controlaba, manipulaba y solapaba inmensas arbitrariedades en aras del bienestar social y que poco a poco fue demostrando su falta de justicia y, particularmente, de moral ante una sociedad noble que no merece lo que hemos padecido.

* Investigadora del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales. UNAM. Mérida, Yuc.