El estado es un paraíso para vivir, incluso después de muerto.
Fotos: Elena Suro Azcárraga
Yucatán es un paraíso para vivir, incluso después de muerto. Sus ciudades para el descanso eterno, ofrecen una calidad de vida que bien podría competir con las que habitan los que todavía respiran. Esas ciudades alternas son seguras, tranquilas y, sobre todo, hermosas.
Nuestros cementerios son las Ciudades del Xibalbá, verdaderos paraísos urbanos para residir eternamente. La belleza de estas ciudades no es casualidad o inercia, es una construcción colectiva de cada familia y comunidad, reflejan tanto un cariño entrañable por un ser querido, como un tejido social fuerte.
La belleza de estas ciudades no es casualidad o inercia, es una construcción colectiva
Las tumbas y osarios en Yucatán tienen, además, una característica que los hace casi únicos: la tradición dicta que tengan forma de casas, iglesias o espacios urbanos en miniatura. La variedad es enorme, desde la pequeña casa maya hasta una catedral a escala y -lo creamos o no- incluso una cancha de béisbol y un faro marino.
En esos espacios sacros, hay mucho que contemplar, observar y registrar en imágenes y letras, siempre con respeto y humildad. Son espacios íntimos y públicos al mismo tiempo; rincones mágicos y mundanos de forma simultánea. Espacios increíbles de esos que sólo en Yucatán pueden existir; tesoros escondidos y del todo negados para la mirada ligera.
Con la intención de hacer ese registro de imágenes, decidimos visitar 110 cementerios en nuestro estado y hacer el respectivo homenaje fotográfico a esas Ciudades del Xibalbá. Ciudades que muchas veces se quedan ocultas, así sea pleonasmo decirlo, porque Xibalbá es literalmente eso: “el lugar oculto”.
Fueron miles de fotos para las que es imposible encontrar espacio suficiente en el papel o el ciberespacio de un micro-sitio, pero varias decenas sobrevivieron a un doloroso proceso de selección y son las que deben ser las protagonistas principales de esta crónica.
¿Cuál fue el criterio para dar preferencia a las imágenes, se preguntará el lector? La respuesta es directa y es también la guía para apreciarlas. Se seleccionaron las imágenes de nuestros cementerios que los muestran como verdaderos espacios urbanos; fotos que tomadas en el ángulo correcto, descubren una perspectiva nueva para percibir lo que ya creíamos haber visto tantas veces.
En las celebraciones de nuestros muertos, en este Hanal Pixán -o Janal Pixán, si nos queremos ver puristas en las formas escritas- pretendemos recalcar la idea de que no iremos a visitar la tumbas de nuestros difuntos, sino a visitar las ciudades en las que ellos residen. Seremos invitados en las urbes en las que los difuntos viven una nueva y mejor vida, así ya estén muertos.
Juan Rulfo decía que en Comala “muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija”; pues aquí proponemos que los Caminantes del Mayab que se adelantaron, retornan a inspirar a sus familias para erigir ciudades que, cuando se les mira con atención, están vivas y llenas de sabiduría y audacia en sus trazos.
El lugar es Izamal, pero uno duda si en realidad no está viendo un trasplantado París. En ese hermoso cementerio la perspectiva de las pequeñas casas, los osarios con sus columnas, los ángeles del cementerio y la iglesia de los vivos al fondo, le recuerdan a uno fotografías de la capital francesa con sus hermosos palacios, la catedral de Notre-Dame y sus gárgolas y al fondo la basílica de Sacré-Cœur.
En Conkal uno se siente en algún punto de Italia, con bellos osarios que parecen apartamentos de alguna estrecha calle medieval, todos exhibiendo una hermosa pátina que sólo el tiempo y la historia pueden dejar. Los colores, las texturas son las mismas. Uno se imagina historias de romance e intrigas de los Medici, los Sforza, los Capuleto, cocinándose para ser los señores de este espacio urbano.
En Conkal uno se siente en algún punto de Italia, con bellos osarios que parecen apartamentos de alguna estrecha calle medieval
Uno abre los ojos despacio y piensa que está en alguna metrópoli del sudeste asiático, tal vez hasta la India. Los colores, las formas muy elaboradas, la verticalidad, la densidad de las construcciones, lo hacen pensar en Mumbai, Delhi o Varanasi. Sin embargo, este espacio mágico está en Hoctún con sus verdes intensos, sus amarillos azafrán, sus rojos ocres, sus tumbas coronadas por Castillos de Chichén Itzá en miniatura y una enorme torre alta pintada con rayas verdes y blancas, un auténtico rascacielos del Xibalbá que bien podría ser parte de un mandir hindú, pero es en realidad un osario familiar.
Claro que no nos podrían faltar los paisajes de ciudades que parecen colgadas de la verticalidad de colinas en Río de Janeiro, en La Paz o la propia Ciudad de México, por mencionar decenas de urbes en las que las casas parecen levantarse unas sobre otras. Pisté y Cholul nos regalan instantáneas de esos paisajes ocultos en los que la convivencia debe ser bulliciosa y llena de identidad de barrio y pertenencia social.
Dejemos por un momento las grandes perspectivas urbanas y vayamos a la visita íntima. Demos un vistazo a las puertas de las casas en las Ciudades del Xibalbá. Puertas a la dimensión de los que ya se fueron, de los que nos esperan y nos cuidan. En Holcá nos recibe una pequeñísima puerta que es reproducción fiel de las puertas típicas de nuestras casas. En absoluto contraste, en Libre Unión uno no puede dejar de pensar en una puerta de alguna isla griega, por los colores y el diseño. En Samahil, los colores y las formas tienen un aire londinense. En Pisté, José Eduardo y María Mercedes nos dejan una hermosa puerta blanca bien cerrada con un candado hecho a la medida, mientras no dudamos habrán salido a recorrer su ciudad.
Sin embargo, en Quintana Roo la recepción es más cálida, casi invitándonos a pasar, con sus luces prendidas, las puertas abiertas o entreabiertas, porque se aproxima la tarde y las visitas están por llegar.
Las colonias y casas de las Ciudades del Xibalbá se asemejan tanto a las nuestras -eso sí, siempre en una mejor versión- que a veces es imposible distinguirlas de las ciudades de los vivos. En Libre Unión uno no sabe si está llegando al cementerio o a una de las primeras casas del pueblo, el sentir es absolutamente vivo, urbano y dinámico. Kimbilá genera la misma sensación.
En Kinchil, la calle del Xibalbá es poblada incluso por un cachorro que parece saber que estas casas son del tamaño perfecto y que aquí dentro parece un perro adulto de proporciones perfectas entre tantas viviendas en miniatura. Sac-Nicté y Chichí Suárez, sólo por no quedarse atrás, presumen impresionantes construcciones multifamiliares, por su cercanía a Mérida y la inevitable aparición de los primeros edificios altos, hasta en el más allá.
La competencia urbana no es sólo en nuevos y masivos edificios, en las Ciudades del Xibalbá la rivalidad más antigua es por exhibir las iglesias y catedrales más imponentes. Los mausoleos del Cementerio General no dejan duda sobre dónde reside el poderío económico; pero la belleza y exquisitez se la llevan otros.
En Mama, bellísimas iglesias miniatura presiden sobre tumbas que parecen atrios o plazas grandes, en una verdadera invitación a la contemplación sobre lo efímero y minúsculo de nuestro tránsito por la vida. En Umán no hay límites para el detalle de una tumba que reproduce con exactitud increíble la Parroquia de San Francisco de Asís, con sus vitrales incluidos. Uno no puede sino pasar largos minutos observando y disfrutando cada aspecto de esta obra maestra del Xibalbá. Eso sí, con toda prudencia y modestia nos atrevemos a decir que si de señalar la más bella pátina para una iglesia en miniatura -tal vez y sólo tal vez- la mención de honor la merece Samahil, para una obra maestra lograda con la habilidad de artesano y el albañil, sumada al delicado abrazo de la lluvia, la humedad y los líquenes. Una postal para grabar en la memoria.
Porque estos cementerios sí son en serio, existen aspectos ineludibles como las terrenales clases sociales que trascienden incluso al más allá. En el Cementerio General la opulencia en ruinas convive en vecindad directa con barrios del Xibalbá que se ven más pobres y olvidados.
Existen aspectos ineludibles como las terrenales clases sociales que trascienden incluso al más allá
En Chuburná, la estética de las casas del reino oculto es de una colonia popular recién construida y llena de créditos hipotecarios; lo mismo ocurre en Conkal: ciudades nuevas que uno imagina llenas de familias trabajadoras con ambiciosos y sacrificados planes de vida después de la vida. En Tahmek encontramos una humilde medianía rural para los habitantes del inframundo a escala.
Sin embargo, hay fotos que necesitan mención especial, porque la pobreza también aparece en las casas del Xibalbá que más conmueven, por el cariño y franca humildad que las sostiene. Casas para la eternidad que ni siquiera en la miniatura alcanzan a ser construidas de cemento y varilla. Residencias de ciudadanos del Xibalbá que en Tixcancal deben ser improvisadas con trocitos de madera, pobrísimas láminas de cartón y corcholatas. Hasta el más allá reclama -a veces- un programa de vivienda digna, no sólo entrañable.
En las Ciudades del Xibalbá también hay emociones que enchinan la piel y rasgan gargantas. La pobreza y la muerte deben ser más llevaderas con el opio de la afición y la ficción deportiva. Algunas almas ingenuas en los Jardines de la Paz, se van a descansar con la falsa esperanza que el Cruz Azul será campeón, cuando saben bien que probablemente llegará primero el Juicio Final y la resurrección de los muertos. El Club América, en cambio, cubre tumbas con ángeles campeones y osarios que parecieran decir “ódienme más” en Chablekal y Kinchil. A pesar de todo, el monarca de las canchas en las Ciudades del Xibalbá es precisamente el Rey de los Deportes: el béisbol. En Tunkás vemos lucir un diamante con patrocinadores y gradas que serían la envidia de cualquier equipo de las grandes ligas. Uno puede imaginar esas frenéticas congregaciones espirituales en partidos y sagas deportivas para la eternidad. ¡Play ball!
Algunas almas ingenuas en los Jardines de la Paz, se van a descansar con la falsa esperanza que el Cruz Azul será campeón
Las Ciudades del Xibalbá en Yucatán son un monumento respetuoso a nuestro optimismo
Chaka’nkunah significa, literalmente, hacer patente y manifiesta alguna cosa, descubrirla, publicarla. Eso es precisamente lo que nos propusimos con las Ciudades del Xibalbá: hacerlas manifiestas. Son decenas de imágenes que acompañan este trabajo y queremos que el lector las descubra por su cuenta, las vea desde otro ángulo, busque su ruta en calles, casas, caminos, colonias y canchas de ese otro mundo que también es bullicioso y tiene, sin duda, sus intensas convivencias.
Las Ciudades del Xibalbá en Yucatán son un monumento respetuoso a nuestro optimismo sobre una vida que de alguna forma creemos que sigue, un optimismo lleno de identidad, raíces y cultura al que nos unimos y que también conmemoramos. Nuestro sentir lo reporta mejor que nadie Elena Suro, quien al visitar San Diego Texán para hacer el respectivo registro fotográfico nos cuenta:
…cuando pregunté en el pueblo dónde se encuentra el cementerio, una señora me contestó que no había cementerio. Al preguntarle dónde enterraban a sus muertos me dijo con total certeza: “aquí no se muere nadie”. Le pregunté de nuevo qué pasa cuando alguien del pueblo se muere y me volvió a contestar: "se los llevan a sus pueblos, pero aquí no se muere nadie…"
Aquí no se muere nadie...se los llevan a sus pueblos
Estamos ciertos que en las Ciudades del Xibalbá la existencia sigue aún en la muerte, en espacios paradisíacos llenos de esperanzas sin prisa, bulliciosas calles que aparentan silencios, con visitas esporádicas de los vivos que interrumpen la dinámica diaria de los residentes fijos. No dudamos que haya quienes cuando llega el Hanal Pixán decidan salir del cementerio para huir del ruido, la música estridente, los vecinos insufribles y el congestionamiento que interrumpe su bien ganada paz, de todo tipo de personalidades hay en esta vida y en esta muerte. Eso sí, todos coincidirán, en ambos lados de la barda del cementerio, que Yucatán es un paraíso para vivir, incluso si estás muerto, por eso nadie -de verdad- se muere.
Fotos: Elena Suro Azcárraga
El inframundo tiene muchos nombres; en Yucatán se llama Xibalbá. En cada cultura, de forma paralela a una noción del paraíso celestial, existe la sólida creencia de un mundo subterráneo en el que también hay vida después de la muerte. Esa es una constante universal, sin importar épocas o geografías.
se muere con demasiada facilidad. Morir debería ser mucho más difícil
Elías Canetti
Elías Canetti señaló que “se muere con demasiada facilidad. Morir debería ser mucho más difícil”. En ese sentido, está comprobado -desde Homero en el inicio de la civilización- que la muerte es una narrativa constante, ingrediente de toda gesta heroica, pasional, moral y hasta administrativa. Alguien siempre se muere, es la constante que conecta todo.
En la cultura maya todo está conectado también entre los vivos y los muertos. La ceiba, árbol sagrado, enlaza el inframundo con la tierra y la bóveda celeste. Su sombra abarca todas las superficies y dimensiones; una sombra que no sólo cubre, sino a veces es sombría.
Para los antiguos mayas en nuestra región, entrar al Xibalbá sólo era posible a través del anillo de cenotes. El Popol Vuh, su libro sagrado, describe uno de esos descensos a través de las cuevas de roca caliza; uno que ocurrió antes de la creación del hombre. Dos dioses, lo hermanos gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, visitaron el inframundo para tomar registro de esa dimensión y conocer sus usos y costumbres.
El camino al Xibalbá no era muy diferente del camino que conducía a Mictlán, el inframundo Mexica. A Mictlán únicamente se podía llegar a través de un recorrido largo y sinuoso, el cual se conocía como El Camino de los Muertos, en donde todo trasciende, menos las monedas.
Un camino humilde hacia donde todos nos dirigimos y que en la mitología Inca lleva a la ciudad de Uku Pacha -o Mundo de Abajo- donde Garcilaso de la Vega debate sobre lo complejo de la existencia con César Vallejo.
Así, para los griegos el Xibalbá se denominaba el Hades, plano subterráneo en el que se encuentran la morada de los muertos y el Tártaro. En la cultura egipcia el inframundo tiene también nombre bisílabo: Duat, lugar en el que el espíritu del fallecido es guiado por el señor de la muerte.
Según relata el Popul Vuh, para llegar al inframundo había que descender unas escaleras muy inclinadas, cruzar peligrosos ríos, elegir entre cuatro caminos y superar complicadas pruebas.
Afortunadamente, la pericia de Hunahpú e Ixbalanqué, sumada a los nuevos materiales de construcción y la nueva religión de La Cruz, han hecho más accesible el camino a los edificios y espacios del inframundo.
Hoy, las Ciudades del Xibalbá están más cerca que nunca, son nuestros cementerios a ras de tierra, pero no por ello menos profundos.
Fotos: Elena Suro Azcárraga
Y para que el salto de la vida a la muerte sea menos brusco, los habitantes han construido una copia idéntica de su ciudad bajo tierra.
Italo Calvino
Casas Pixán tiene misión, visión y cosmovisión. Esa ecuación empresarial le ha permitido contar con desarrollos habitacionales en todos los municipios de Yucatán. Su lema publicitario “Aquí empieza una nueva vida” surgió como una propuesta cargada de ironía durante una reunión de creativos a altas horas en la noche de la eternidad. El suyo es un eslogan que trasciende regiones físicas y metafísicas y que ha ganado innumerables reconocimientos en el mundo del marketing y la publicidad. A diferencia de otras empresas de la industria de la construcción que abusan de la propaganda engañosa, Casas Pixán cumple a cabalidad con lo que promete en folletos informativos y maquetas a gran escala.
Actualmente, el corporativo –con oficinas centrales en la metrópoli de Xibalbá– cuenta con importantes negocios inmobiliarios en la región central del país, como el Fraccionamiento Mictlán mencionado por Bernardino de Sahagún, no sabemos si de forma inocente o con plena intención comercial previa firma de un acuerdo monetario, en su Historia general de las cosas de la Nueva España. También, tienen presencia en algunas zonas de Sudamérica, con el desarrollo residencial de Uku Pacha en la ciudad de Cuzco.
Acorde a las tendencias empresariales de un inframundo globalizado, sus finanzas sanas le han permitido extenderse a otras latitudes y continentes con proyectos como Casas Hades, en Grecia, y Promotora Habitacional Duat, en tierras egipcias a orillas del Nilo. No obstante, sus mejores construcciones, las más emblemáticas, coloridas y con los diseños más tradicionales, están aquí, a la entrada de las comunidades de Yucatán.
La cultura corporativa que permea todos los niveles de la organización es simple y clara. La misión de la empresa es: “Desarrollar comunidades que aseguren el eterno descanso, al mismo tiempo que propicien la convivencia entre los miembros de la familia, sin importar si se vive a la influencia del cenit o bajo la égida del nadir”.
La misión de la empresa es: “Desarrollar comunidades que aseguren el eterno descanso, al mismo tiempo que propicien la convivencia entre los miembros de la familia, sin importar si se vive a la influencia del cenit o bajo la égida del nadir
Por otro lado, su visión a mediano plazo, tal como señala su manual de identidad, es: “Consolidarse como la Eusapia de la península que surgió del mar”, tomando como referencia esa ciudad invisible y subterránea que es réplica exacta de su homónima a ras de tierra. Italo Calvino va incluso un poco más lejos al apuntar que “en realidad habrían sido los muertos quienes construyeron la Eusapia de arriba a semejanza de su ciudad […] que en las dos ciudades gemelas no hay ya modo de saber cuáles son los vivos y cuáles los muertos”.
A ese nivel de complejidad, simbolismo y espiritualidad aspira Casas Pixán. Y en muchas comunidades sus arquitectos y constructores lo han conseguido; han logrado edificar ciudades-espejo que proyectan la idiosincrasia y costumbres de quienes aún habitan en el plano terrenal; un reflejo en el cual también encuentran cabida y resonancia las tradiciones y nuevas rutinas de quienes ahora habitan en terrenos, digamos, más etéreos.
Como botón de muestra tenemos el desarrollo de Izamal, en el que, desde determinados lugares y ángulos, es imposible señalar dónde comienza o acaba cada uno de los mundos. De tal forma que la Ciudad de las Tres Culturas añade un elemento más que enriquece ese mosaico maya, colonial y contemporáneo que lo convierte en un Pueblo Mágico y místico.
Y claro, el estilo urbano depende 50% de los desarrolladores de vivienda, mientras que la otra mitad corresponde de lleno a sus habitantes. Así, encontramos ejemplos en los que aún hace falta un poco más de organización vecinal para atender cuestiones propias de la colonia como recolección de basura, alumbrado público, pavimentación de calles, banquetas y mantenimiento de espacios comunes. Tampoco falta el habitante quisquilloso que no confía en la seguridad y armonía social del vecindario y prefiere poner protecciones en sus ventanas o enrejar el jardín frente a su puerta.
Como en todo buen fraccionamiento también hacen gala de presencia aquellos vecinos presuntuosos que insisten en ampliar la infraestructura habitacional en sentido vertical, añadiendo piso sobre piso, aumentando el riesgo de un posible derrumbe. La movilidad social y el estatus son anhelos que trascienden planos y dimensiones.
Además, en otros desarrollos es posible encontrar viviendas con extrema humedad, debido al extenso anillo de cenotes subterráneos, e importantes avenidas que ya necesitan acciones de chapeo y fumigación; primero, para agilizar el tránsito de peatones, y, segundo, para reducir la presencia de mosquitos. Si bien los actuales inquilinos ya no se enferman de dengue, todos coinciden en que los moscos y sus larvas deslucen el paisaje urbano.
En contraparte, existen complejos en los que se nota claramente el trabajo coordinado de las autoridades de los distintos niveles del inframundo y la sociedad civil para pavimentar las vías de acceso, calles y andadores.
Una labor conjunta y una política de austeridad que ha permitido generar las economías suficientes para reforestar y comenzar a resanar y pintar distintos sectores del fraccionamiento. En esos casos, población y gobierno han puesto en marcha programas como “Foso a Foso”, en el que a cada tumba excavada por las autoridades corresponde una a la población; “Velador 24/7” para mantener la tranquilidad en colonias como Nichos y Sepulturas, famosas por sus alborotos los fines de semana; o con la estrategia “Transformando tu Osario” con la que se llevan a cabo acciones de remozamiento en techos, pisos y cuartos para mayor comodidad de los habitantes óseos.
“Velador 24/7” para mantener la tranquilidad en colonias como Nichos y Sepulturas, famosas por sus alborotos los fines de semana.
Además, ya están en pláticas avanzadas para impulsar una estrategia que permita incrementar la pernocta de quienes los visitan en los meses de octubre y noviembre; así como un magno congreso de turismo sepulcral, o necroturismo como lo denominan los expertos en el sector de la industria sin chimeneas.
Ahora bien, si echamos un ojo al litoral yucateco, encontramos que la empresa inmobiliaria también ha sabido adaptarse al contexto y levantar fraccionamientos en los que se perciben las vocaciones productivas y económicas de la región. Por ejemplo, en el desarrollo de Progreso es común localizar múltiples edificios en forma de faros, que permiten a las embarcaciones de las ánimas regresar a sus casas cuando arrecia el temporal y la visibilidad es nula.
A pocos kilómetros de ahí, en Telchac Puerto, no falta el inquilino ingenioso que amplió su morada con una palapa para mitigar el calor y brindar algo de sombra y reposo a sus distinguidos huéspedes.
Eso sí, las pasiones, aficiones y viejas rencillas también se manifiestan en Casas Pixán. Las filias y fobias de sus habitantes, las que los marcaron durante su periplo vital previo, siguen presentes en esta nueva etapa. En un solar de Tunkás podemos encontrar una cancha de básquetbol en la que se puede jugar incluso de madrugada gracias a la iluminación provista por un par de veladoras.
Y al igual que sucede durante la existencia previa en la que no se elige a quienes serán nuestros vecinos, en Maxcanú a un respetable seguidor del Club Deportivo Cruz Azul le tocó la mala suerte de estar obligado a ver por el resto de sus largos días y largas noches la fachada estridente del vecino de a lado pintada con los colores de las Águilas del América. Está comprobado que los malos gustos también forman parte de nuestro equipaje al inframundo.
No obstante, en Casas Pixán lo que verdaderamente importa es que sus jardines se aprovechen, sus andadores se caminen y sus flores se disfruten. Lo importante es que en sus espacios comunes y canchas deportivas se juegue a la pelota, haciendo equipo con Hunahpú, bien plantado en el medio campo, y con Ixbalanqué, trazando diagonales en la delantera, para vencer a la muerte, al desánimo y los malos espíritus.
En Casas Pixán lo que verdaderamente importa es que sus jardines se aprovechen, sus andadores se caminen y sus flores se disfruten.
En nuestra Eusapia con vista al mar, lo importante es jugar y vivir y jugar para lograr que un mundo y un inframundo feliz no sólo sean relatos de ciencia ficción y, al contrario, sigan siendo parte de las costumbres y tradiciones del Mayab.