Hace ya casi dos décadas, cuando la vida me permitía frecuentar actividades culturales, pude seguir una serie de conferencias denominada La cátedra de Chichí Irma o del huiro como forma de existir, a cargo de un investigador cuyo nombre escapa a mi memoria; sin embargo, en una de sus presentaciones éste olvidó una carpeta con sus apuntes, alcancé a tomarla con intención de devolverla, pero el autor ya había partido hacia el brindis de honor al que no fui invitado.
Entre las curiosidades del documento está la definición de huiro como el individuo que ha atravesado una serie de experiencias particulares pero compartidas dentro de la sociedad yucateca, lo cual da como resultado determinados grados de apego a la cultura local, a su matria, pues; algunas de estas experiencias son el vínculo con un objeto cotidiano que puede estar presente a lo largo de toda su vida, como es la hamaca. Y claro que la hamaca convence, pues ofrece experiencias que marcan mucho más que el cuerpo de quien se acueste en ella. Así, un huiro…