Quienes habitamos una hamaca como nuestro modo de dormir predilecto tenemos ciertas convenciones que otras personas desconocen. Seguro han observado a esas personas que se estiran como tablones flotando a la deriva en el mar o a quienes se trepan como gatos a nuestra preciada hamaca, es con esas personas con las que he tenido las conversaciones mas interesantes para expresar nuestra cotidianidad y a quienes he tenido que explicar a detalle algunos usos y costumbres de las diferentes actividades que suceden en la hamaca.
Comer, pensar, estirarse por la mañana, hacer un poco de ejercicio, jugar como columpio, apagar una lámpara cercana o acomodar un librero podrían ser algunas actividades que explicar, sin embargo, la que especial atención e interés ha generado en estas conversaciones y la que mas difícilmente he podido explicar es el arte de leer en una hamaca. Y es que no se si por compartirlo con quienes leen a Cortázar o porque gustan de armar tiendas de campaña, pero pareciera que necesitan un instructivo para conocer, paso a paso, cómo es que podría suceder, la lectura cotidiana en nuestra cama colgante.
Indispensable es el momento largo de la elección, quien aspire a leer en una hamaca tiene que dedicarle un tiempo justo a la lectura que pretender abordar puesto que de ello dependerá el uso. Ya con libro en mano hay que sopesar, las personas más fuertes podrán sujetar entre ambas manos un libro de pasta dura y 800 páginas frente a sus narices por un lapso prolongado pero otras necesitarán elegir entre los folletines y autopublicaciones etéreas que flotan por los aires.
Muchas de las personas comunes elegirán sus últimos pasos con pie descalzo rumbo a la hamaca, las pretenciosas tal vez se quiten unos zapatos de marca y a quienes les incomoda el polvo entre los dedos se acercarán en chancletas. Propongo como primer acercamiento sentarse al filo y asentar los pies en el suelo, flexionar ligeramente las rodillas y llevar las caderas hacia adelante con un breve movimiento para reconocer el terreno que recorrerá nuestro cuerpo al tenderse en la lectura.
En caso de que usted sea un lector de libro vaquero o aspire a apellidarse Bronson o Eastwood se recomienda montar la hamaca, poner la espalda en 90° y la revista o libro sobre el tejido, tal vez con los brazos a 120° del torso pueda sujetarlo o en caso de que requiera algún auxiliar, se recomienda almohada o sábana que detenga al libro de deslizarse hacia usted, sobre todo si es hamaquero primerizo, pue tendrá almohada a la mano pensando que se parece a la cama.
Por otro lado, si gusta de diccionarios necesitará subir al nivel intermedio de lector en hamaca. Esto implica bajar la hamaca a la altura de su rodilla, acostarse boca abajo de manera transversal al tejido y colocar el mamotreto bajo usted, dejando el torso, a la altura de los hombros, por fuera del artefacto para poder cambiar las páginas y reacomodar la lectura. Si es de las personas que tienen banquitos en la habitación, podría ayudar acercando un poco el libro hacia usted al posarlo sobre el banquito. Reacomode nuevamente hasta encontrar la altura adecuada.
Para las personas convencionales que leen cuento podrán acostarse con la espalda aplanando la hamaca en el sentido norte-sur que indiquen sus hamaqueros y colocar el libro a la altura de sus ojos, con cuidado de no terminar la lectura demasiado tarde por la noche, pues corre riesgo de despertarse antes de quedarse dormida con el efecto de la gravedad sobre objeto golpeándole el rostro.
El estilo libre se lo recomendamos para el nivel más alto de experiencia o que lea usted poesía, disfrute de leer en las nubes tejidas en las que se balancean sus sueños, navegue por el espacio que se ondea al ritmo de su cuerpo, zambúllase y renazca del abrazo de cotidianidad que le envuelve, siéntese con la espalda recta y con las piernas cruzadas para terminar recostado con la cara al cielo. Y así, con un libro entre las manos, disfrute de leerse en el objeto cotidiano que dota de identidad a nuestros sueños.