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El sentido histórico del  gobierno revolucionario de

Salvador Alvarado a 100 años

 

Manuel Martín Castillo*

 

Imágnes: Archivo de la Fototeca Pedro Guerra de la Universidad Autónoma de Yucatán

 

Hace El 19 de marzo de 1915, el general Salvador Alvarado (1880-1924) entró a la ciudad de Mérida, a la cabeza del Ejército Constitucionalista. Cuando observamos las luchas revolucionarias del período 1910-1914, la llegada de Salvador Alvarado a Yucatán parece una anomalía. Si las guerras tenían lugar en el centro y norte del país, ¿qué sentido podría tener que una parte del Ejército Constitucionalista se dirigiera hacia Yucatán? Un libro muy conocido sobre este período de la historia de Yucatán tiene el expresivo título de “Revolución desde afuera: Yucatán, México y los Estados Unidos, 1880-1924” (del historiador Gilbert Joseph, FCE, México, 1992). En Yucatán no existía un movimiento revolucionario fuerte. Sin duda había opositores a la oligarquía yucateca, simpatizantes de los constitucionalistas y de los zapatistas, pero no había un movimiento armado que hiciera necesaria la presencia de alguno de los ejércitos revolucionarios, de cualquiera de los dos bandos pues ambos se consideraban revolucionarios. Durante décadas el Estado posrevolucionario homenajeó a los líderes de ambos grupos y esa estrategia la ha continuado el Estado neoliberal.

 

Actualmente ya es lugar común reconocer el hecho de que una de las motivaciones de la llegada del Ejército Constitucionalista a Yucatán fue obtener recursos económicos para financiar la guerra revolucionaria; las guerras se ganan con armas y para adquirir éstas se necesita dinero, ya sea para producirlas o para comprarlas. En el centro y norte del país, las guerras habían afectado a las empresas, haciendas y ranchos, habían creado un clima de incertidumbre, en tanto que Yucatán se había mantenido al margen del conflicto y el henequén seguía generando riqueza. Un factor importante era la Primera Guerra Mundial ya que debido a las condiciones de la oferta mundial de fibras duras, la guerra significaba un aumento en los precios del henequén. Durante el período del gobierno de Salvador Alvarado millones de pesos de la riqueza henequenera fueron canalizados para financiar la guerra a favor del Ejército Constitucionalista.

 

Pero si bien esa fue la motivación original, el general Salvador Alvarado dio muestras de ser un estadista pues no se limitó a controlar la actividad henequenera para obtener los recursos. Su gobierno fue más allá y se propuso transformar la economía y la sociedad yucatecas para liberarlas de sus bases señoriales y crear las condiciones para una economía capitalista y una sociedad moderna liberal. Este proyecto histórico adquiere pleno sentido si comparamos el desarrollo agrícola de Estados Unidos en su relación con la agricultura henequenera yucateca.

 

Después de la guerra civil (1861-1865), Estados Unidos entró en una etapa de crecimiento acelerado, caracterizado por su expansión industrial urbana y la marcha final hacia el Oeste. En este proceso la agricultura jugaría un papel estratégico pues era necesario abastecer de alimentos y materias primas a las ciudades y a las industrias, pero al mismo tiempo la marcha hacia el Oeste dejaba sin fuerza de trabajo a las granjas ya que los trabajadores emigraban en busca de poseer sus propias tierras, en lugar de ser asalariados permanentemente. En términos económicos, ese proceso generó la escasez de un factor de la producción. Cuando esas condiciones tienen lugar, es decir, cuando un factor de la producción se convierte en un obstáculo para la expansión económica, una economía típicamente capitalista resuelve el problema innovando tecnológicamente. Fue esta característica del capitalismo la que tanto entusiasmó a Carlos Marx. La agricultura capitalista estadounidense hizo exactamente eso: inventó la maquinaria agrícola para suplir la escasez de fuerza de trabajo. Esa maquinaria necesitaba de ciertos insumos, especialmente algún hilo que permitiera el manejo rápido de la producción agrícola. Probaron diversas posibilidades y el hilo de henequén resultó tener las propiedades técnicas correctas para que funcionara con eficiencia la maquinaria agrícola y Yucatán cumplía con las condiciones ambientales, económicas y políticas para obtener una oferta constante.

 

Este resultado vinculó la actividad henequenera de Yucatán con el auge de la agricultura norteamericana. El crecimiento de la demanda de henequén se tradujo en un crecimiento acelerado de la superficie cultivada y, de manera semejante al caso norteamericano, pronto se presentó la escasez de fuerza de trabajo. Pero, a diferencia de los capitalistas norteamericanos, los hacendados yucatecos, en lugar de innovar tecnológicamente, utilizaron mecanismos no-capitalistas para superar esa restricción económica, en lugar de repetir y profundizar en la agricultura el proceso que se siguió en la invención de la máquina desfibradora. Retuvieron a la fuerza de trabajo endeudando a los trabajadores convirtiéndolos en “peones acasillados”, en mano de obra cuasi-esclava, utilizando la fuerza del Estado para garantizar sus privilegios. Construyeron una sociedad señorial similar a la que crearon los esclavistas del sur de Estados Unidos.

 

Salvador Alvarado se propuso transformar esta situación, intentó convertir a los hacendados en empresarios capitalistas, es decir, empresarios dispuestos a competir en el mercado e innovar técnicamente para mejorar su posición competitiva; intentó convertir a los esclavos mayas en obreros agrícolas, con sus derechos laborales; intentó crear un sistema político liberal; intentó construir una ciudadanía educada, en lugar del analfabetismo que predominaba. Estableció leyes para lograr esos objetivos. Utilizó al ejército para imponer un orden que era contrario a los privilegios de la oligarquía yucateca, de la “casta divina”. Pero, en sentido contrario a lo que dicen los defensores de la oligarquía, de entonces y de ahora, Salvador Alvarado no tuvo intenciones de destruir la riqueza henequenera e, incluso, durante su mandato dicha oligarquía obtuvo enormes beneficios. La intención de Alvarado era crear una economía capitalista eficiente, moderna, competitiva; una sociedad liberal que garantizara los derechos de cada grupo social, que garantizara a los ciudadanos el acceso a la educación.

 

Pero intentó ir más allá. Pensó en un proyecto de largo plazo e intentó crear las bases: construcción de infraestructura, adquisición de transportes, exploración petrolera, etc. Ciertamente, es fácil criticar diciendo que gran parte de su proyecto quedó en intento y que sus políticas públicas fueron tergiversadas y/o posteriormente revertidas. Pero eso sólo indica que se trataba de un ser humano en un contexto histórico-cultural específico y no de un superhéroe.

 

Cierto sector vinculado a la Iglesia ha creado la imagen de un gobernante hereje, violento y antirreligioso, exagerando algunos problemas que tuvo Alvarado con la jerarquía católica que defendía los privilegios de la oligarquía. Pero esa imagen contrasta con el respeto que mostró por las costumbres yucatecas, como cuando se enamoró de una yucateca (Laura Manzano) y realizó el cortejo tal y como establecían las reglas de la época: visitar a la novia en su casa en las noches durante cierto tiempo. En ningún momento intentó utilizar su posición de poder para obtener ventaja.

 

La idea de describir héroes y villanos corresponde a intereses ideológicos, a grupos que defienden privilegios; la historia científica se ocupa de estudiar a seres humanos en contextos históricos específicos, seres humanos con virtudes y defectos, valores e intereses, con aciertos y fracasos. Salvador Alvarado fue un ser humano extraordinario porque no se limitó a cumplir órdenes, fue capaz de pensar por sí mismo un gobierno que intentó crear en Yucatán una sociedad mejor que la que encontró. Y eso es mucho más que lo que han hecho la mayoría de los gobernantes mexicanos y yucatecos que le han sucedido durante un siglo.

 

*Profesor investigador de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán.