Uxmal: la cuatro veces construida

Ulises Carrillo Cabrera
Fotos: Ezequiel González Matus
Logística: Aarón Díaz López

Sebastiana

Como todas las jornadas nobles, ésta empieza al amanecer. Desde las 5.30 a.m. se escucha llegar a los trabajadores. Los primeros arriban en bicicleta o moto, algunos más en colectivo y luego otros caminando desde su comunidad. Todos vienen a hacer su parte en una tarea titánica que se está llevando a cabo en Uxmal; una labor que cuando se concluya -si todo se hace bien- será absolutamente invisible. Esa es la ironía de este tremendo esfuerzo.

El día inicia en la rústica cocina del campamento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). El menú matutino es café y los manjares artesanales de la panadería de Santa Elena. Una taza y media pieza de pan dulce para cada quien. La luz del viejo foco es tenue, pero abundan las risas y el diálogo en maya. El arqueólogo José Guadalupe Huchim saluda a todos, establece metas para las siguientes horas, expone sus preocupaciones y, después, a trabajar en esta ciudad prehispánica cuyo nombre significa, literalmente, “La Tres Veces Construida”.

El Sol empieza a aparecer en el horizonte. Uno creería que la primera vista imponente de Uxmal al subir la plataforma donde se encuentra el Palacio del Gobernador, serán las milenarias piedras talladas bañadas en la luz rojiza del amanecer. Nada más lejos de la realidad.

La primera imagen monumental de Uxmal, se la llevan Sebastiana Cidzib, Carla Moo, Nancy Tzec y Ana Laura Abnal. Cuatro recias mujeres que criban la tierra frente al que muchos consideran el más bello edificio prehispánico de Mesoamérica. El suyo es trabajo duro y fino; se requiere fuerza y concentración para tamizar toneladas de tierra que después serán la base de otros trabajos y, al mismo tiempo, encontrar hasta la más mínima pieza de cerámica. Cuando los hombres llegan, ellas ya están en sus labores, su diligencia y elegancia las pone un paso adelante incluso de la luz de la mañana. Nadie puede igualar el trabajo enérgico y armonioso de Sebastiana al llenar la pala y arrastrar pesados costales vestida en su blanco hipil, sin ensuciarse en lo más mínimo. Pareciera que ellas cuatro solas pudieran volver a construir Uxmal, si les dieran la oportunidad.

El calor todavía no agobia a estas horas, pero los esfuerzos ya son de titanes físicos y mentales. Huchim, como todos le dicen aquí, dirige a sus huestes en un ejercicio de anastilosis. La dureza de la faena es aún peor que lo enredado de la palabra que los arqueólogos escogieron para nombrar su técnica de trabajo. Anastilosis es el término griego para describir el proceso de restauración de monumentos basado en el análisis preciso, minucioso y documentado de los distintos elementos que caracterizan su arquitectura.

Para decirlo en cristiano, se trata de entender un edificio, su lógica constructiva y estética, los elementos culturales que lo hicieron posible y, con base en ello, proceder a ensamblar las piezas que se tienen. Anastilosis literalmente quiere decir “volver a levantar” y de eso se trata precisamente: Huchim y su equipo analizan, registran, catalogan, le ponen número a cada piedra, lo mismo las que siguen en su lugar que las que están caídas, y tras horas, días y meses de agonizante y riguroso análisis vuelven a armar el rompecabezas original.

Las piedras caídas son las más interesantes, pues si uno pone atención a las explicaciones que dan tanto Huchim como la arqueóloga Lourdes Toscano, empieza a descubrir las etapas de cada derrumbe, sus capas y cómo aparece una secuencia lógica para ensamblar las partes de este acertijo milenario. Los arqueólogos muestran, con paciencia y vocación de maestros, qué piezas van arriba, cuáles van juntas, cuáles cayeron primero, cuáles colapsaron después; uno casi ve caer el edificio en cámara lenta y se imagina cómo lucirá glorioso cuando lo levanten con absoluto respeto a su diseño original.

Es un rompecabezas peligroso. Las piezas pesan 35, 50 y hasta 70 kilos cada una. Hay que agarrarlas con las manos sin importar sus filos cortantes, en laderas peligrosas, en un suelo inestable, con alacranes y serpientes que las usan de madriguera y, luego, en un esfuerzo supremo, sacar fuerzas de donde se pueda para echárselas al hombro. Ahí no acaba la tarea, hay que bajar escalinatas rústicas, tablas colocadas como rampas improvisadas y después caminar decenas de metros hasta llevarlas al lugar donde corresponde para su registro. “El Cóndor”, “El Gringo”, “George”, “Cepillín”, “El Triki”, “El Much” (sapo en Maya), “El Ñoño”, a quienes se les conoce lo mismo por sus apodos que por su pericia, hacen tareas que los antiguos constructores de pirámides en Egipto no podrían superar en destreza o riesgo. Aquí en Uxmal las edificaciones mayas siguen siendo terreno de proezas humanas diarias.

José Guadalupe

No todo es fuerza y acrobacia al límite, también hay lugar para la precisión matemática. Las piedras deben limpiarse y numerarse con cal. Uno puede ver a los trabajadores casi acariciando las piedras en una labor de infinita paciencia y cariño. Cada piedra se cepilla a conciencia y uno puede ver a los trabajadores incluso soplando el polvo de la superficie. Otros más retocan con delicadeza de artistas los trazos numéricos, verificando que sean simétricos y perfectamente legibles.

Hay también dos enormes tinacos, uno con agua y otro con agua y cal. El primero es para lavar a presión el costado del edificio una vez que el material de construcción original ha sido estabilizado. A su vez, el agua con cal es para bañar las superficies descubiertas y permitir que cuando el edificio se re-ensamble se disponga de una superficie seca y adhesiva para colocar las piezas de las bellas cubiertas de piedra labrada, que es casi siempre lo único que el turista o visitante ven.

Expliquemos mejor lo que estamos presenciando. Vamos a imaginar que desarmáramos un vehículo clásico de colección que hemos encontrado un poco maltratado por el paso de los años. Primero desmontaríamos las cubiertas y láminas exteriores. Una vez retiradas las cubiertas estéticas, lavaríamos el chasis, la estructura mecánica, el motor y demás cosas que no se ven, para eliminar el óxido, reparar abolladuras, golpes ocultos, tornillos y tuercas rotas. Hechas esas reparaciones de fondo, le aplicaríamos la pintura antioxidante y la debida grasa a la estructura y mecanismos internos. Sólo una vez que hayamos aplicado los anticorrosivos y apretado bien todos los tornillos y estructuras, volveríamos a montar las piezas de lámina exterior, las molduras, las facias, faros y accesorios que nos hayamos encontrado tirados, fuera de lugar o muy maltratados; todo eso para que el automóvil no sólo luzca hermoso, sino verdaderamente esté en excelentes condiciones y se preserve respetando su diseño original para futuras generaciones. Esa “Mecánica Nacional” en piedra -y no en acero- es lo que Huchim con sus 42 gladiadoras y gladiadores está haciendo en el Palacio del Gobernador.

No todo es concentración mental y observación aguda para José Guadalupe Huchim, él también tiene que arriesgar el físico, faltaba más. Para contar con un registro digital de las labores, los derrumbes y luego hacer posible el ensamble de las piezas con fidelidad a la construcción original, hay que tomar fotografías de cada superficie del Palacio del Gobernador en la que se esté trabajando. Para hacer las cosas como se debe, Huchim debe subirse a una frágil estructura y escalera mecánica de 5 metros de altura, una que se desliza sobre tablones colocados como rústicos rieles. Se requiere valor y un poco de locura para trepar a la plataforma y tomar las imágenes con toda calma y detalle. Gritos de “cuidado”, órdenes de “ahora sí, empujen parejo”, fuerza bruta cargando tablas, equilibrio de bailarines en botas de albañil en un balanceo sobre plataformas diminutas y pilares de soporte; de todo ve uno en ese ferrocarril humano que lleva a Huchim en lo alto y se mueve en un espectacular viaje de extremo a extremo del monumento prehispánico. La tarea se repite cada día, sin excusas, sin miedos, pero con pasión y algo de alucinación que debe venir de la vibración de las milenarias ruinas y del hecho de pasar demasiado tiempo bajo el Sol a plomo.

La temperatura empieza subir y el agua se vuelve oro; sin embargo, el ritmo no disminuye. Toneladas de piedras labradas siguen esperando ser clasificadas e investigadas a detalle. Hay verdaderos tesoros que empiezan a revelarse y son primicia histórica. Todo parece indicar que se tienen las piezas casi completas de la crestería y los adornos de la mítica serpiente del costado poniente del Palacio del Gobernador. Un costado que hasta ahora ha sido la cara austera y pobremente desnuda de este intrincado monumento, una parte trasera que muestra sólo piedras de relleno y muy pocos tesoros de filigrana en piedra caliza.

Es cierto, entre el rompecabezas que Huchim y Lourdes Toscano están limpiando y clasificando se ven distribuidas, en claras capas estratificadas, piedras con plumas labradas, narices de Chaac, “cruces mayas”, la riqueza de la piedra empieza a aparecer si uno pone atención a la secuencia del derrumbe ocurrido hace siglos.

Uno aprende, también, que el Palacio del Gobernador tiene por lo menos dos escalinatas de acceso adicionales a la que todos conocemos. Son escaleras que, en su momento, se usaron para facilitar el acceso de los trabajadores a las partes altas del edificio cuando éste estaba en construcción. Una vez concluido el edificio esos escalones fueron cubiertos con piedras finamente talladas y desaparecieron de la vista. Sin embargo, ahora que el tiempo ha pasado y los derrumbes han expuesto las entrañas de este colosal palacio, el ojo de Huchim las ha detectado con absoluta claridad, incluso los que no somos expertos, cuando nos tienen paciencia y nos entrenan un poco la vista, podemos reconocer esas escaleras secretas que por primera vez tenemos la oportunidad de fotografiar. Uxmal desnuda los trucos del ingenio que la hicieron posible, para el que se sienta a admirarla con devoción.

Luis

Llega la hora del almuerzo. No se puede reconstruir el pasado sin disfrutar de los manjares sencillos del presente. Una encomienda a cargo de Luis Abnal, el experimentado cocinero, quien lleva a cabo una tarea igual de importante que la de los demás trabajadores. Descendemos al campamento para devorar unas gorditas de chaya y huevos encamisados preparados a la leña, acompañados con salsa de habanero machacado y agua de jamaica, todo servido en el más austero de los comedores. Mesas desechadas de oficinas, ahora con tablas desnudas al lado de un fogón, que lo mismo sirven para comer, lavar cerámica encontrada en el sitio arqueológico o discutir el plan de trabajo. La comida que de por sí es deliciosa, con hambre y sudor se convierte en asunto de gourmets. Nadie platica, todos nos concentramos en los alimentos que Luis elabora con manos tan expertas, que parecen de restaurador de cuerpos y ánimos. Cuando ha pasado el primer frenesí del hambre, José Huchim y Lourdes Toscano de nuevo nos abren los ojos a nuevos mundos.

El primer mundo es la realidad de los presupuestos con los que se trabaja en Uxmal, que es un acto de multiplicar panes y peces, como en una sagrada cocina. El presupuesto total para la operación de las zonas arqueológicas de la Ruta Puuc es de apenas 1 millón 700 mil pesos anuales. Con esos magros recursos debe cubrirse el pago de personal, gasolina para traslados, limpieza, chapeo, mantenimiento, equipo y cuanto se nos ocurra. Estamos frente a un tesoro nacional que debe resguardarse con fracciones de centavos, ni siquiera centavos enteros. Básicamente, el presupuesto sumado de Oxkintok, Uxmal, Kabah, Sayil, Xlapak, Labná, Loltún y Chacmultún es muy similar a lo que gana uno solo de los 500 diputados federales, aún después de los recortes de la 4T.

Uno se pregunta cómo se definen las prioridades presupuestales en un gobierno al que teóricamente le preocupa la memoria histórica y el sentido de identidad nacional. No extraña que tanto José Huchim como Lourdes Toscano sean directores honorarios de zonas arqueológicas en esta región. Ellos viven de lo que ganan como investigadores del INAH, el resto de su trabajo es un servicio que básicamente le regalan a la Nación a través de una de las instituciones más nobles que tenemos en México. Algo deben tener de brujos Huchim, Lourdes y Luis que con 1 millón 700 mil pesos hacen milagros. Tal vez Chaac algo tiene de multiplicador de la masa y la chaya, de los pesos y los litros de gasolina.

Lourdes

Lourdes Toscano, en el calor que arrecia en la rústica área de comida, abre fuego de artillería para mostrarnos un mundo más poético que el de los presupuestos. La arqueóloga pone sobre la mesa a Octavio Paz, el coloso intelectual del Laberinto de la Soledad, quien decía:

“La arquitectura es el testigo insobornable de la historia, porque no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones... "

Lourdes resume la frase en unas cuantas palabras: “La arquitectura es la expresión permanente de una sociedad”. Así, uno no puede dejar de preguntarse qué grandes edificios, proyectos construidos o dejados de construir quedarán como testigos insobornables de nuestra época. Qué va a quedar de nosotros para ser juzgados como sociedad. Se nos ocurren muchas preguntas muy provocadoras sobre tantos elefantes blancos, proyectos de infraestructura fallidos o mesiánicos, así como desarrollos urbanos que pueblan nuestra época, pero preferimos -por prudencia- dejar a la imaginación del lector -o para otro texto- el hacer cuentas sobre los testigos insobornables que estamos dejando de este tiempo.

La plática sigue y José Huchim lo tiene muy claro: si algo va a quedar como testigo del esfuerzo de su padre, de los sacrificios de su abuelo -de los Huchim- es el trabajo en Uxmal. Su empeño por descifrar derrumbes, limpiar monumentos, chapear campos, encontrar murallas y sistemas hidráulicos que hicieron posible que esta metrópoli prosperara bajo distintos pueblos, dioses y tradiciones, es lo que va a quedar de él, su tiempo y su equipo.

José Guadalupe, en su tarea de ensamblado, en su anastilosis, para resucitar testigos de otros tiempos ha aprendido que todas las piezas que necesita para rearmar las fachadas más bellas de Uxmal están aquí mismo, pero son piezas que nunca podrá usar, porque esa arquitectura insobornable que refleja la historia y acontecer de una sociedad, ha reutilizado -por lo menos tres veces- esas mismas piedras para construir tres Uxmales distintas, pero complementarias.

Con ese razonamiento en mente, el director honorario de la Ruta Puuc nos invita a levantarnos e ir a recorrer otro tesoro nuevo para el ojo de principiantes: la ciudad de los Itzaes y los Toltecas, una metrópoli que está dentro de la misma Uxmal. Así, caminamos desde el campamento del INAH hacia el Juego de Pelota, luego unos metros hacia el Cuadrángulo de Pájaros y después con dirección poniente franco, como si fuéramos al grupo del Cementerio. A la vista de todos, pero absolutamente invisible para quien no sabe qué buscar, aparece una ciudadela con su zona residencial y monumentos. Una ciudad dentro de una ciudad. No es atrevido decir que en el espléndido libro de Italo Calvino, “Las ciudades invisibles”, faltó la reseña de Uxmal -también llamada “La ciudad invisible construida en una noche”.

De la metrópoli de los Itzaes sólo quedan las plataformas de las residencias, zonas administrativas y pequeños montículos de lo que en su tiempo fueron hermosas y compactas pirámides. Cuando los Itzaes y Toltecas se adueñaron de Uxmal quisieron hacer patente su impronta con el uso de templos, palacios y áreas públicas, para marcar un nuevo tiempo, religión y orden. Construyeron múltiples edificaciones que alteraron el paisaje de la ciudad, pero casi todas fueron de materiales perecederos, por eso sólo quedan los cimientos y plataformas. Su ánimo de marcar la transformación fue tal, que incluso construyeron edificios de madera y paja en el Cuadrángulo de las Monjas, para no dejar ninguna duda de que el sentido y espacio de lo sagrado había cambiado. Suena tan familiar y tan contemporáneo: nuevos edificios más austeros e improvisados, rompimiento de protocolos, creación de nuevos mitos, la imposición de nuevos dioses e ideologías en la arquitectura y la infraestructura. La rueda siempre dando vueltas.

El área de esta metrópoli de invasores en el ciclo final de Uxmal, es bella por los árboles y la vegetación que la ha envuelto; un entorno y ambiente que Huchim y Toscano han sabido hacer visitable sin romper la simbiosis de plantas y piedras. Lo más interesante es encontrar piedras labradas, que formaban parte de las fachadas ricamente adornadas del Palacio del Gobernador y otros rebuscados monumentos, haciendo ahora la humilde tarea de relleno, terraplén y plataforma. Se arrancaron flores de piedra y deidades esculpidas, para hacer pisos sobre los cuales caminar, recostarse, cocinar y hacer las más mundanas tareas diarias. La arquitectura como testigo, también trágico, de un cataclismo.

Uno podría intentar recuperar estas piezas y reconstruir con ellas el esplendor de Uxmal; sin embargo, José y Lourdes nos explican que la gloria de la ciudad, la gloria de la historia por descifrar, la gloria del contexto y transcurrir histórico, son también estas piedras vejadas y denigradas. Cada piedra está en su contexto histórico, uno que ahora podemos documentar, informar y entender, pero no reconstruir o modificar por simple capricho estético. Uxmal bajo estos arqueólogos vive su cuarta construcción, una construcción que quiere preservar y armar los viejos rompecabezas rotos por el tiempo, el agua, el viento, los animales y las raíces de árboles y plantas; sin embargo, crear nuevos rompecabezas está absolutamente prohibido, es un límite que nadie debe cruzar. Salvador Dalí podría decir que, si Huchim y Toscano tuvieran que restaurar un cuadro suyo, sería el de “La Persistencia de la Memoria”.

Soledad

El Sol sigue subiendo. La luz y la temperatura empiezan a volverse insoportables; la jornada que empezó a las 6 a.m. toca a su fin. Sin embargo, quedan dos eventos por presenciar. El primero es un evento incidental que se resuelve con músculo y cerebro humano. Una esquina del Palacio del Gobernador reclama que tres grandes piedras sean estabilizadas y no se puede esperar. “El Cabo” dirige la operación. Las piedras son enormes y requieren la atención de cinco trabajadores y la instalación de dos rampas y una escalera. Se respira tensión en el aire. Huchim da instrucciones y recomendaciones, un accidente arquitectónico y humano es cosa probable si se comete un error. Sus mejores y más experimentados gladiadores asumen la labor.

Ninguna de las piezas pétreas es ligera, todas superan los 75 kilogramos, probablemente más de lo que pesan quienes están a cargo de la labor. Una a una las piezas son removidas y clasificadas, les toma más de una hora de sudor y dedos prensados; la pequeña hazaña constituye una estampa rica en trabajo de equipo y valor más allá de lo que paga el modestísimo salario que estos comprometidos hombres y mujeres reciben. “Modernos mayas dando mantenimiento a la antigua arquitectura maya” podría llamarse la estampa en la ladera a cuatro metros de altura.

Con el Sol en lo más alto, el segundo evento del final del día ya nos espera. A diferencia del primero, es un evento planeado para conocer las profundas entrañas de Uxmal, uno al que dedicamos una sección especial, pero que en este texto nos sirve para cerrar las letras de la crónica de la jornada.

José Huchim se prepara para descender al chultún en la cara norte del Palacio del Gobernador. El milenario aljibe excavado en la roca viva se prepara para recibir el primer registro fotográfico de su historia. El arqueólogo se sumerge en la entrada de esa vertical caverna artificial, una obra de ingeniería hidráulica que no se ve, pero es testigo en piedra del imborrable dilema existencial de Uxmal: el almacenamiento y uso del agua. Desde ese punto de vista, no es casualidad que Huchim sea el nuevo Batab de “La Tres Veces Construida”, pues precisamente él empezó su carrera como arqueólogo intrigado por los sistemas hidráulicos y de irrigación de los mayas.

Uno de los responsables de la persistencia de la memoria de Uxmal, regresa al tema que lo ocupó como joven estudiante hace ya varias décadas, un tema de investigación que entonces era considerado irónicamente árido, en el que empezó solo y en el que muchos quisieron condenarlo a tener a “La amiga Soledad” como única compañera académica.

Tal vez Uxmal sabe que José Guadalupe Huchim no quiere que nada de ella se borre y por eso – como amor bien correspondido- no deja que en nuestro arqueólogo se borre la pasión por el agua; pasión que lo ha traído a la ciudad que en su esplendor adoró a Chaac, el dios de la lluvia por antonomasia. La arquitectura no es sólo testigo insobornable de la historia -como lo dijo Octavio Paz-, también pareciera que escoge muy bien a quienes le tomarán su testimonio.

En esa encomienda de tomar testimonio y hacer visibles las ciudades invisibles, en Uxmal, al igual que en decenas de zonas arqueológicas de México, los elegidos llevan a cabo su tarea, día a día, bajo el sol y la lluvia, a pesar de los cambios de administración y el desinterés de los gobiernos que pasan, porque su pasión de servicio se ha convertido en obsesión por armar ese enorme rompecabezas de piedra, tan antiguo, tan actual y una de las fuentes privilegiadas que nos da identidad.