English

Eduardo del Buey

Populismo y migración

La migración es un fenómeno que existe desde el inicio de los tiempos. Desde el principio de la historia la gente migró desde África hacia Asia y Europa, cruzó a través del estrecho de Bering de Asia a América y por el Mar Rojo del antiguo Egipto al Israel bíblico.

La migración masiva de personas siempre ha dado como resultado incontables retos, sufrimiento y en algunas ocasiones, guerra.

En la actualidad el fenómeno de la migración global ha creado muchos retos en todas partes, no sólo en las culturas de las sociedades a las que afecta, sino también en las instituciones de gobernanza, que muchas veces se ven amenazadas por la misma.

Por ejemplo, uno de los más controvertidos efectos que resulta de este fenómeno ha sido el aumento del populismo en los países que lo viven.

Cuando los migrantes llegan a un lugar con sus propias culturas, los grupos originales algunas veces se sienten amenazados y en muchos casos reaccionan de manera negativa. Esto es especialmente cierto en los sitios que no tienen experiencia asimilando a foráneos. Muchas de estas personas que se sienten en peligro por los recién arribados buscan apoyo en líderes políticos que les prometen soluciones simples a sus problemas complejos.

"El populismo busca destruir a las instituciones democráticas y concentrar el poder político en las manos de algunos líderes"

En un excelente artículo del New York Times del 17 de julio, David Leonhardt reveló que en 1896 el candidato presidencial Henry Cabot Lodge alertó sobre “la devastación de las cualidades morales y mentales” que ocasionarían los migrantes en la sociedad estadunidense. En su momento, el presidente Theodore Roosevelt aplaudió el discurso, afirmando a sus amigos que le preocupaba la “multiplicación de Finnigans, Hooligans, Antonios, Mandelbaums, and Rabinskis” en el país.

Estos sentimientos expresados hace más de un siglo tuvieron ecos en distintas épocas, fueron repetidos por muchos líderes y dieron como resultado la situación en la que vivimos en la cual los migrantes, en todo el mundo, son demonizados por representantes populistas que ofrecen a sus frustrados votantes soluciones simples a sus problemas.

El populismo representa para muchos una puerta a un pasado en el cual la vida parecía más simple, los valores y la cultura tenían una posición de seguridad y no se encontraban amenazados por nada. Esta ideología es una celebración de la ignorancia, la victoria de la ficción sobre los hechos y del monólogo sobre el diálogo. Es una reverencia a una uniformidad cultural o racial cuya “pureza” se ve amenazada por la llegada de los desplazados.

El populismo busca destruir a las instituciones democráticas y concentrar el poder político en las manos de líderes que claman ser los salvadores de sus gobernados. Estos se presentan a si mismos como la única solución viable ante la duda y la inseguridad que dominan su entorno. Las víctimas de sus discursos siempre son los más vulnerables: aquellos desplazados por la guerra, que han sufrido abusos de sus derechos humanos o violencia de grupos criminales y que buscan refugio lejos de sus hogares.

Los populistas siempre tratan de culpar a alguien de sus problemas; y aquellos que son diferentes, dentro o fuera de sus fronteras, son normalmente percibidos como presas válidas. Crear enemigos es esencial para la victoria de esta facción: en el caso los líderes de derecha, los ataques se dirigen a aquellos que son diferentes (como los migrantes o las minorías). Los líderes de izquierda, por otra parte, dirigen sus críticas a las clases altas y a la burguesía, a quienes culpan de la falta de igualdad que se vive en sus países.

El resultado es el mismo, se persigue al “otro” para satisfacer un fin político.

En los Estados Unidos hemos visto a Donald Trump satanizar a México, afirmando que el segundo representa una amenaza seria para el primero. Sus seguidores, quienes prefieren creer que sus problemas económicos y sociales son resultado de la presencia de migrantes indocumentados o legales, en lugar de su propia falta de preparación en las tecnologías del siglo XXI, fácilmente aprueban sus mensajes.

En Europa hemos visto el aumento del autoritarismo populista en varios países.

Los proponentes del Brexit aseguran que este es necesario en parte por las fronteras abiertas que promueve la Unión Europea. En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen continua logrando éxitos políticos gracias a su promoción a la pureza cultural y nacional gala y a sus propuesta anti musulmanas. Angela Merkel dejará la dirigencia de Alemania en 2021 como resultado, en su mayor parte, de la reacción pública ante su decisión de aceptar en el país a más de un millón de refugiados sirios. De hecho, el Alternativ für Deutschland, de extrema derecha, es la oposición oficial en el gobierno y ha ganado sus escaños gracias a su plataforma anti inmigración.

En Hungría, Viktor Orban sigue promoviendo la idea de mantener un país puro y cristiano a través de la creación de barreras físicas y legales en las fronteras y de la destrucción de las instituciones democráticas en el país. La coalición que actualmente gobierna Italia ha tomado una posición muy dura respecto a la llegada de refugiados desde el Norte de África, pues no permite que los barcos que rescatan a los desplazados del Mediterráneo atraquen en sus puertos.

La migración está creando nuevos retos para las democracias que intentan balancear el respeto a los derechos humanos, por un lado, y el temor generalizado a perder su herencia cultural, por el otro. Esta disputa genera que muchos votantes cuestionen la habilidad que tienen las instituciones y los sistemas legales para proteger sus culturas y responder a sus miedos, a la vez que los impulsa a abrazar las soluciones simplistas promovidas por los populistas.

¿La situación actual durará mucho tiempo o es sólo una aberración temporal?

Al momento de solucionar conflictos, nunca ha sido inteligente descartar el papel que puede jugar la democracia y siempre se puede esperar que emerjan nuevos líderes con propuestas y narrativas políticas que inspiren a los grupos que se sienten marginalizados o desposeídos.

Lo que está sucediendo en Europa y Estados Unidos puede suceder en cualquier otro lado. De hecho, América Latina tiene una larga historia de populismo y los líderes de esta tendencia continúan gobernando varios países de la región. Maduro en Venezuela ( y Chávez antes que él) satanizaron a las instituciones democráticas del país y las reemplazaron con paraestatales dominadas por sus incompetentes aliados.

Esta política ha generado que más de 4 millones de venezolanos huyan a Brasil, Perú, Colombia y Ecuador. La migración puede ser entonces la causa y el efecto del populismo, pues algunos flujos masivos de personas se forman por gente que escapa de estados fallidos gobernados por regímenes populistas autoritarios.

Las políticas de Trump en Estados Unidos también son percibidas como populistas por muchos, pues el mandatario se pelea con las cortes, demerita a los medios de comunicación y ataca al Congreso para que sigan sus deseos. El presidente estadunidense también ha legitimado el sentimiento racista que es inherente de la sociedad en su país. Los afroamericanos, latinos y musulmanes son percibidos como los “otros” y representan una amenaza para el concepto de Estados Unidos que tienen él y sus votantes.

La causa y el efecto de la relación entre populismo y migración es real.

Cómo lidiamos con estos determinará la posibilidad de preservar nuestras instituciones democráticas y actuar humanamente.

Copyright © Todos los derechos reservados | La Jornada Maya