El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que inició el 1 de julio de 2018 de manera informal y de manera formal el 1 de diciembre de 2018, ha manifestado, un día sí y otro también, que estamos abiertos a la migración, sobre todo de los ciudadanos de los países del triángulo norte de Centroamérica: Guatemala, El Salvador y Honduras. “Bienvenidos, son bienvenidos y se les dará visa, trabajo y recursos porque en México se respetarán, ahora sí, los derechos humanos de todos”.
No fue mucho el tiempo que pasó para que la administración de AMLO empezara a pagar el precio de sus palabras. Los hondureños, salvadoreños y guatemaltecos le creyeron y comenzaron a venir en caravanas con la intención no de quedarse en México, sino de cruzar hacia Estados Unidos.
El vecino del norte empezó a alarmarse. La migración que llegaba a México, no de manera segura y ordenada, sino a raudales y sin ningún control, se incrementó dramáticamente y, en su gran mayoría, no les interesaba el “empleo” ni las maravillosas ofertas que se les hacían para permanecer en el país, tales como sembrar árboles o trabajar en un futuro Tren Maya. Buscaban llegar a la frontera norte y solicitar asilo en los Estados Unidos, seguros de que por sus condiciones de pobreza y, sobre todo, de inseguridad en sus países de origen, los iban a obtener.
Ante esta perturbadora situación, el pasado mes de marzo vino Jared Kushner, asesor de la Casa Blanca, a México. Entonces López Obrador dijo que se habló de una inversión de 10 mil millones de dólares para México y Centroamérica.
El anuncio del presidente fue una forma de decir que el tema de la reunión fue la migración, porque según López Obrador, la manera de pararla es a tarvés de la inversión. El presidente no especificó la respuesta de Kushner, pero ahora sabemos que hizo una advertencia sobre la imposición de aranceles a los productos mexicanos si no se detenía el flujo migratorio.
De acuerdo con el periodista Raymundo Riva Palacio, el gobierno estadunidense dio también “dos avisos en forma de llamadas de la Casa Blanca y del Departamento de Estado a la embajadora mexicana en Washington, Martha Bárcena, para presionarla sobre la contención migratoria”.
Ante la ya entonces inminente imposición de aranceles a los productos mexicanos que ingresaran a Estados Unidos, en junio, el Canciller Marcelo Ebrard debió viajar apresuradamente a Washington a negociar, o más bien a recibir indicaciones del gobierno de Trump, respecto al manejo de la crisis migratora.
La benevolencia cambió sustancialmente; ahora hay 21 mil soldados de la Guardia Nacional vigilando la frontera sur de México, evidenciando claramente que se acabó la tan cacareada benevolencia y la política de puertas abiertas.
La explicación por parte del gobierno federal fue la misma que dan las maestras en las escuelas: “es por tu bien”, “me duele más a mí que a ti”. Pero el resultado fue que el paso garantizado por el territorio nacional se acabó y ahora las organizaciones de traficantes podrán hacer su agosto.
Esto nos lleva a cuestionarnos ¿por qué se anunció una política migratoria de invitación a venir y se ofreció el libre paso cuando a todas luces era evidente la imposibilidad de sostenerla? ¿Ignorancia? ¿Ocurrencia? En ajedrez, cuando se hacen jugadas intempestivas que siempre resultan mal se dice “no ve dos jugadas adelante” es decir, no se prevé qué pasará con determinado movimiento de alguna pieza. Así es nuestra política migratoria, no anticipa qué sucederá si instrumento tal o cual acción.
El lector deberá decidir si la razón es por impericia, por desconocimiento en la materia y no escuchar a los que saben, por falta de inteligencia o todo lo anterior, pero lo cierto es que vivimos una política esquizofrénica en la que quienes pagan los platos rotos son seres humanos que ven tronchadas sus ilusiones y sus esperanzas de avanzar en su vida, en el mejor de los casos, o llegan a perder la vida, en el peor.
Un país tan importante como México no puede continuar con una política migratoria errática, dictada por el vecino del norte, por grande que éste sea; tampoco puede llenarse de ocurrencias y buenas intenciones y regalar dinero para que ya no vengan al país.
Lo que debe hacer la actual administración es consultar a los expertos, (algo que detesta hacer) y establecer una política migratoria coherente y humanitaria, que permita el respeto a la ley y el respeto de los derechos humanos de las personas, cualquiera que sea su origen.